Hola!
Soy Abril, tengo 11 años y desde pequeña que soy una IMPARABLE.
Con cuatro
meses, empecé a tener algo de mocos. Cada vez estaba más congestionada y mis
padres empezaron a ponerse nerviosos y me llevaron a urgencias. Lo que en un
principio nos dijeron que era «un resfriado mal curado» resultó ser
una leucemia linfoblástica aguda congénita.
El 23 de mayo
de 2011 me llevaron con una ambulancia al Hospital Sant Joan de Déu de
Barcelona. Me conectaron a un montón de máquinas y me llevaron directamente a
una pequeña habitación aislada de todo el mundo. ¡Todavía recuerdo los pinchazos!
Esa noche mis padres recibieron la noticia de que sólo tenía un 10% de
esperanza de vida. Pero no permitieron que eso les afectase y cogieron fuerzas
de donde no las había. Nos esperaba un largo camino.
Cuatro días en
la UCI y el tratamiento previo a la quimioterapia funcionó. Nos esperaban seis
meses de quimioterapia. Una vez terminado este tratamiento, todavía había que
seguir luchando. La enfermedad ya no estaba, pero la leucemia era tan agresiva
que necesitaba un trasplante de médula ósea. Mis padres no eran compatibles
conmigo. Teníamos que recurrir a la Fundación Josep Carreras para que buscaran
un cordón o una médula que fuera lo más compatible posible conmigo. Parecía que
habían encontrado algunos cordones que quizás podrían ir bien, pero fueron
desestimados porque no eran lo suficientemente buenos para mí.
Pero, al final,
habían encontrado una médula ideal, de una donante de Estados Unidos. Era una
buena noticia acompañada, de nuevo, de una dura y muy larga etapa. Estuve el
Hospital Vall d’Hebron, en una diminuta cámara de aislamiento que sería mi casa
durante dos meses. Fue un viaje muy duro.
Por fin llegó
el día en que mi nueva médula empezó a brotar con fuerza y los médicos
decidieron que ya podía salir de ahí. Pero el viaje todavía no había llegado a
su fin. Quedaban meses duros de aislamiento en casa, y con continuas visitas al
hospital. Incluso tuvimos algún susto importante que me hizo pasar de nuevo
unos días en la UCI. Menos mal que todo se quedó sólo en un gran susto.
Después de
tanta lucha, mi nueva médula empezó a trabajar ya trabajar y, poco a poco, fui
descubriendo el mundo que había fuera.
Pero no podía
ser todo tan bonito. La enfermedad volvió a ensuciar mi sangre y tuve que dejar
de hacer lo que tanto me gustaba. De nuevo necesitábamos limpiar mi sangre.
Esta vez, la magia llegó de Philadelphia. Un ensayo clínico era mi esperanza,
los CART-S. Las células que entraron mi sangre fueron programadas para que
destruyeran todos los linfocitos B para asegurarnos de que mi sangre quedara
limpia del todo.
Pero debo decir
que la leucemia no me ha detenido. El viaje ha sido muy duro, pero a todos nos
ha ayudado a crecer y valorar cada pequeña cosa de la vida.
Abril